lunes, 1 de febrero de 2010

Sindari

Otra mancha al tigre

Marcela llega a las tres en punto, el corredor está
convenientemente vacío. Golpea cinco veces, como han convenido.
Otras cinco. Se oyen pasos adentro, pero nadie atiende. Eso la inquieta.
Aguarda unos minutos, ansiando que lo haya retrazado un llamado, que ella
no tenga un ocasional asueto.
Toca unas cinco más, y unos tacos se aproximan, quizás unos
ojos con rimel espían detrás de la mirilla. Una voz femenina
pregunta quién es. Una voz que no es la de ella…
La decepción se exterioriza en espasmo, ligero temblor. Otra mancha
al tigre.
No sólo a las esposas engañan los infieles.

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