lunes, 8 de agosto de 2011

Urquiza y Sarmiento - Luis José Vincent de Urquiza



URQUIZA Y SARMIENTO

Por Lic. Luis José Vincent de Urquiza

Situada en la región mejor delimitada de la República, obra de dos ríos, el Uruguay y el Paraná, espinazo y esternón de la Mesopotamia; conformada y consustanciada con ellos. "Dos brazos de agua te nombran para siempre", así le cantó a la provincia de Entre Ríos el inolvidable poeta Carlos Mastronardi.
En ella, está Concepción del Uruguay, recostada a la vera de esa gran corriente -el Río de los Pájaros- que naciendo en las selvas brasileñas, se desliza por la dilatada depresión continental sudamericana. Es una villa en crecimiento, atractiva y acogedora, como tantas otras poblaciones ribereñas que se escalonan a lo largo de la prodigiosa vía fluvial, pero más pintoresca que cualquiera de ellas. En la villa, una estancia: San José. Afuera la luna, ilumina a pleno con sus plateados rayos. En la casona, alguien que sufre; vaivén de una solícita matrona, tres esclavos que la ayudan, y la contenida inquietud del hombre, que aguarda -como con vergüenza de no poder participar en el ritual- a que las entrañas de doña Cándida, su mujer, den a la vida un nuevo ser, fruto del amor compartido. No es distinto el cuadro de tantos otros: cuchicheos, consejos, palabras de aliento, y de vez en cuando el "Ya no puedo más" de la que si fuera cierto que no puede más, no merecería el nombre de madre... Hay un momento en el cual, todos los ojos con atónitas pupilas se buscan ansiosos, pero todo calla, todo es silencio ardoroso, apasionada sombra. Aparecen las primeras claridades del alba. De pronto se oye un grito de dolor, lo sigue un ansioso callar y por fin, sobre un murmullo de alegría, suenan los vagidos del recién nacido. ¡Es varón! ¡Es varón! grita la matrona.
En el dormitorio, un pedacito de carne viva resplandece. Ya está limpio y una fajita de tela suave le ciñe la cintura. La madre sonríe casi exánime sobre la blancura de las almohadas, reclamando con la voz que aun le queda, que le alcancen al que hace un segundo no era nada, y de ahora en más será -para toda la vida- su sueño. El padre, con los ojos vidriados por la emoción, se inclina para besarla. Una mujer que tiene al recién nacido entre sus brazos -¡Qué tiene al porvenir de la patria entre sus brazos! exclama : "Si es un sol de lindo, vengan a verlo". Aquel niño que bautizaron José Justo fue para esta patria nuestra Justo José de Urquiza. Nació en Concepción del Uruguay en esta provincia que hoy nos alberga, el 18 de octubre de 1801.
Han pasado muchos años.
Quedaron atrás las primeras campañas militares de Justo José, el asesinato de su hermano mayor Cipriano José, Mi tatarabuelo en Nogoyá. La batalla de Vences llevada adelante contra su voluntad, que ratificó una vez más, su espíritu integrador. Quizás, el general victorioso, sin saberlo, ya enarbolaba los principios de la Masonería, de la que fue grado 33º. Escuchémoslo: "Al fin de mi carrera política, mi única ambición es contemplar desde el hogar tranquilo, una y feliz a la República Argentina, que ya me cuesta largos años de cruda fatiga. (...) "Vengo a ofreceros una paz duradera bajo la bandera de nuestros mayores, bajo una ley común protectora y hermosa. Deseo que los hijos de una misma tierra y herederos de una misma gloria, no se armen más los unos contra los otros, deseo que los hijos de Buenos Aires sean argentinos. Integridad nacional, libertad, fusión, son mis propósitos.
Aceptadlos como último servicio que os prestará vuestro compatriota".
Por entonces, Sarmiento ya sabía -mucho antes del Pronunciamiento del 1º de mayo de 1851- que el general Urquiza estaba cansado de la inercia de Rosas que se negaba reiteradamente a organizar el país en la forma prevista en el Tratado del Litoral, del 4 de enero de 1831, firmado entre las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, también llamado Pacto Federal.
Así las cosas, con fecha 28 de febrero de 1851 Sarmiento le escribe a Urquiza una carta dándole cuenta de sus trabajos y de (...) "la esperanza que los emigrados tenían depositadas en él "
Urquiza, la contesta desde Concepción del Uruguay, dando en breves frases, todo el amplio programa de gobierno, que pensaba llevar a cabo. Solamente extraeré algunos párrafos de esta extensa carta.
Le dice Urquiza a Sarmiento, entre otras cosas trascendentes: (...)" Cuento con todos los elementos para vencer a Rosas con sangre y en poco tiempo; pero deseo obtener la sanción de los pueblos hermanos, y espero a este respecto conseguir mucho por la justicia de la causa y simpatía que debo encontrar en toda la Confederación, y por la interposición y trabajos de usted por esa parte"
(...)"Cuento con su cooperación porque me lisonjeo de que usted estará conforme conmigo, porque el pensamiento que me domina, la política que he adoptado me la ha enseñado la experiencia, donde la habremos aprendido todos" (...) "Trabaje y escriba en el sentido que le indico; procure el voto de los pueblos y la acción déjela a mí en esta parte" (...)
El General Urquiza desde el cuartel general de Gualeguaychú le escribe a Sarmiento otra carta de valioso contenido, que fija con precisión el concepto que tiene del sanjuanino, y que sirve para ubicarlo luego en la designación de "Boletinero" del Ejército Grande en la gloriosa campaña. Los párrafos de la carta que vale la pena conocer para ubicar la relación de estos dos colosos de América, dice así:
"Estimado amigo: Con satisfacción he recibido el ejemplar de ·Sud América·, el retrato de San Martín y la hermosa piedra de plata que se ha dignado usted remitirme, y que yo admito con mucho gusto, como un testimonio de la adquisición que he hecho de la amistad de usted, que tan sinceramente se ha adherido al Pacto Federal de la República en la atribución 4ª. que establece toda nuestra actualidad. Yo estoy contento con que Ud. lo esté por su parte, con la idea que le manifesté de acompañarme en la próxima campaña, en la que sus servicios e inteligencia serán de mucha utilidad." (...)
Si usted quiere realmente pasar a Montevideo, yo tendré mucho gusto en recomendarlo para que se transporte en uno de los vapores que mañana o pasado deben venir con tropas, sin que por esto deje usted de estar en campaña, cuando mucho tiempo hace que lo está, combatiendo con sus escritos al tirano de nuestra patria.·"
La palabra y el gesto de Urquiza atraen a Sarmiento, y en septiembre de 1852, abandona Santiago. Se embarca en la fragata Medici, para incorporarse al Ejército Libertador, y en noviembre, en compañía de Mitre, Paunero, Aquino y otros, se presenta ante Urquiza y en estrecho abrazo se confunden y se conocen estos dos forjadores de nuestra nacionalidad, que tan dispares ideas tuvieron en su vida, pero que tan unidos estuvieron por el amor y grandeza a su patria. Hay dos cartas de Sarmiento que figuran en sus obras completas y en el libro "Campaña en el Ejército Grande, que cobran particular importancia en la relación entre estos dos prohombres, y que yo hoy he de transcribir en sus partes más reveladoras... En la primera, Sarmiento describe la derrota de Oribe, habla de los futuros proyectos de Urquiza. En la segunda carta, habla de la pesadilla que le significó viajar en el vapor Uruguay con unas mil tropas que fueron de Rosas...¡Cómo he sufrido con la presencia de estos hombres! Dice Sarmiento.
Estas cartas revelan el pensamiento íntimo, inmediato a los sucesos, de Sarmiento. No hay nada de inventos futuros, ocasionados por el distanciamiento de los dos grandes hombres, sucedidos después de Caseros... Por eso son valiosas estas expresiones de Sarmiento escritas en el mismo momento de suceder. Son frases emotivas y verdaderas que nosotros tenemos que tenerlas muy en cuenta para juzgar a ambos personajes, ahora unidos por la gloria común. Fueron sacadas directamente de las Obras que Sarmiento escribió en el momento de la acción.
Al año siguiente, la batalla de Caseros; que puso en fuga a Rosas hacia Inglaterra, terminando así con la noche más larga, oscura y aciaga que había cubierto al país durante veinte años. Y después... después se produce la separación de estos dos titanes.
El 23 de febrero de 1852, Sarmiento le escribe a Urquiza su carta de despedida: "Excmo. Señor: Habiendo obtenido de V. E. el permiso de regresar a Chile, después de haber terminado la comisión que se dignó confiarme en el Ejército, he resuelto aprovechar la próxima parada de un buque para Río de Janeiro, para tomar desde allí, alguno de los muchos que salen para el Pacífico. Aceleran esta resolución el lenguaje y los propósitos de la proclama que ha circulado ayer, siendo mi intención decidida no suscribir a la insinuación amenazante de llevar un cintillo colorado, por repugnar a mis convicciones, y desdecir de mis honorables antecedentes. Este acto por el cual me sustraigo a toda jurisdicción gobernativa, es un hecho personal que en nada se liga con la conducta que guarden o hubieren de guardar otros, justificándolo mi radicación en Chile, y el ver a juicio mío, malograda la esperanza de un regreso definitivo a mi patria. Que Dios ilumine a V .E. en la escabrosa senda en que se ha lanzado, pues es mi convicción profunda que se extravía en ella, dejando disiparse en un período más o menos largo, pero no menos fatal por eso, la gloria que por un momento se había reunido junto a su nombre.
Después sobrevino la Constitución de 1853. El sueño dorado de Urquiza era una realidad. Después, la batalla de Pavón, su gran renunciamiento..
A partir de aquí, fuerte fue el distanciamiento de Sarmiento, que le escribe a Mitre el 20 de septiembre de 1861, tres días después de Pavón, una larga y terrible carta, en la que le dice entre otras cosas:
"Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southampton o la horca" (...)
Luego los acontecimientos se precipitaron, la amistad iniciada en Caseros y esta carta, recibe un duro golpe que durará años. El silencio más absoluto separó a ambos personajes, siguiendo cada uno el curso de sus vidas, agitadas como las pasiones en que se forjaba la Organización Nacional, pero unidas siempre por el amor a la patria común y la Masonería.
Los años transcurridos no fueron en vano. Sarmiento fue gobernador de San Juan; fue Ministro de la Nación y Ministro Plenipotenciario ante el Gobierno de los Estados Unidos, estuvo ausente del país desde 1864 hasta 1868, volviendo electo Presidente de la República.
Por su parte, Urquiza siguió en San José, dedicado al cuidado de su familia y de sus intereses comerciales, con la sola interrupción de su actuación en la Guerra del Paraguay.
Al asumir Sarmiento la presidencia, se encuentra abocado a graves problemas, especialmente de política interna, Uno de ellos era la incertidumbre sobre la actitud que asumiría Urquiza ante su Gobierno, y los sucesos revolucionarios de Corrientes y de Córdoba.
Sin embargo, luego hay un entrecruzamiento de cartas que ponen de relieve la mutua confianza y la leal amistad que los une, olvidando agravios y distanciamientos ingratos.
El general Urquiza, apoya el gobierno de Sarmiento, y en tal sentido éste le escribe a su hermana Bienvenida: "Acaba de estar a verme el Dr. Vélez, de regreso de Entre Ríos.
Todo a salido a las mil maravillas, en la misión que le confié. Urquiza está a mis órdenes y dispuesto a apoyarme"
Esto es como un grito incontenido del alma, al verse apoyado por su antiguo rival, que tanto le preocupara al llegar a la presidencia. Ahora está tranquilo y feliz. Ya puede gobernar: Urquiza lo apoya y lo respalda.
Corría el año 1869 y Sarmiento recibe de los miembros de la Junta de Fomento de Colón y Colonia "San José", una invitación para visitar Entre Ríos, atentos al gran interés que el Presidente profesa a la colonización y a la gran simpatía que tiene por la inmigración extranjera. Esta invitación, fue reiterada después por una carta del General Urquiza, en la que le dice.(...)"Avisándome V. E. con algunos días de anticipación al de su viaje, me daría el placer cumpliendo con el deber también de ir a Colón a efecto de recibirlo a V. E. en el puerto, y atenderlo durante su permanencia en aquella localidad. Pienso que terminado su paseo allí, V. E. no prescindirá de bajar en la Capital de la provincia a su regreso, de donde me acordaría el honor de venir a su casa de San José, aunque fuese por pocas horas.
Olvidados los rencores y aquietadas las pasiones, ambos hombres ya se encontraban unidos por los lazos comunes de la nacionalidad afianzada.
El Gral. Urquiza, vencido en la lucha presidencial, apoyó y sostuvo el gobierno de Sarmiento; con el prestigio moral y material de que disponía, lealmente ofrecidos, cuyas fuerzas se pusieron al servicio del orden institucional, y sirvieron para fortalecer la presidencia del ilustre sanjuanino, algo minada por la oposición tenaz y armada que encabezara Mitre contra su antiguo amigo.
Sarmiento llegó a Concepción del Uruguay el 2 de febrero a la noche. Al día siguiente –aniversario de la batalla de Caseros- desembarcó y con evidente emoción se estrechó en tres fraternales abrazos con Urquiza.
Vale la pena destacar que acompañaban a Sarmiento: su ministro Gorostiaga, el gobernador de Santa Fe D. Mariano Cabal; el Cnl, Luis María Campos; los Generales Conesa y Arredondo, el Canónigo Dr. Martín Piñeiro; Héctor F. Varela, Miguel Cané; su edecán Pantaleón Gómez, el redactor de "The Standard!, los ministros de Estados Unidos Mr. Kirk; de Rusia, conde Le Maistre; de Francia, conde Amelot de Chaillón; el Conde Carlos de España y de la Croce de Italia; además de otras altas autoridades civiles y militares.
Urquiza hizo formar cerca de 10000 soldados de la caballería entrerriana, vestidos con el glorioso uniforme que llevaron en Caseros: rojo con peto blanco. Urquiza y Sarmiento recorrieron los 20 km que unen Concepción del Uruguay con el Palacio San José, en una lujosa berlina que había hecho construir en Londres su amigo, el conocido banquero internacional Sir José de Buschenthal. Al final de la Avda de magnolias, al frente del Palacio, descendieron del carruaje y avanzaron por el largo camino de lajas, entre la magnífica arboleda exótica que la bordea y que en esa ocasión, Urquiza hiciera cubrir de pétalos de rosas rojas, quizás como un símbolo de su federalismo, quizás como una irónica reminiscencia hacia su ilustre huésped que no gustaba del rojo. Se comentó entonces, que poco antes de embarcarse para Entre Ríos, Sarmiento dijo "Vamos a visitar la guarida del "Tigre de Montiel"; y que cuando uno de sus contertulios le manifestó que Urquiza vivía en un palacio suntuoso, replicó rápido y vehemente. "¡Qué va a vivir en un palacio...!
La crónica destaca, que después de pasar por la avenida, tan raramente adornada, entran al Jardín Francés, cuyos pisos de piedra italiana estaban cubiertas de alfombras de Smirna, y llegan a la galería del frente donde los esperaban, la esposa de Urquiza –Dolores Costa- sus hijos y familiares, que fueron presentados gentilmente por el dueño de casa, ese Palacio increíble levantado en medio de la selva y lejos de todo centro poblado. De allí pasaron al "Salón de los Espejos", ante el asombro incontenible de Sarmiento, tan deslumbrado al ver tales magnificencias, ¡que creía estar soñando!
Y en un gesto espontáneo tan suyo, como avergonzado de sus pensamientos anteriores, abrazó de nuevo a Urquiza, diciéndole emocionado por el cordial y extraordinario recibimiento, y por lo que sus ojos azorados veían en la selva entrerriana....la célebre frase que la historia ha recogido con unción:
"Ahora sí, que me creo Presidente de la República, fuerte por el prestigio de la ley y el poderoso concurso de los pueblos",
Ya no había más distancias, los recuerdos amargos y dolorosos eran solo recuerdos. La unión entre Sarmiento y Urquiza, quedaba definitivamente sellada.
En una carta, Sarmiento le cuenta a Horace Mann: que ha regresado de la visita que hiciera a las colonias agrícolas de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos y lo hace de esta forma: " Al concluir los cuatro días de fiestas, tomándome compulsivamente de un brazo, y con voz ahogada por la emoción: venga me dijo, arrastrándome y diríjale la palabra a los soldados entrerrianos. Estos son los que con usted y conmigo triunfaron en Caseros, y es justo que oigan a su Presidente hoy, compañero de armas entonces, reconocerles el servicio que prestaron".
Deseo destacar el brindis que ofreció Sarmiento, en uno de los banquetes realizados en el Palacio San José durante sus cuatro días de estada:"Me felicito por encontrarme al lado del vencedor de Caseros... 18 años después del gran día en que le había cabido la gloria de formar con él en las mismas filas de los que anonadaron al poder de la tiranía, para establecer el reinado de la libertad de las instituciones. Que si las disidencias locales o desacuerdos deplorables los habían separado al día siguiente de la victoria, tomando cada uno por distinto camino para llegar al venturoso porvenir que todos aspiraban, el patriotismo los había unido de nuevo para trabajar juntos por la felicidad de la patria; sin recordar para nada las antiguas disensiones de partido y los antiguos errores" Y concluyó brindando: "Por el 3 de febrero, y porque esa fecha fuese en todo tiempo, un talismán para acercar a los hombres, que las agitaciones políticas pudieran separar."
Indudablemente, el Gral. Urquiza fue un risco contra el que se estrellaban las olas del desorden, y él hizo posible la unión nacional y la existencia de un gobierno acatado por todas las provincias. Fue al decir de Bartolomé Mitre ·El libertador de un pueblo y el fundador de una Confederación". Sin embargo, mientras en todas la provincias, el Organizador de la República mantenía intacta su autoridad, grupos reducidos incitaban a los ambiciosos de siempre -ávidos de predominio- creando un clima de espejismo y ofuscamiento, de intrigas y de chantajes, amenazas e incitaciones a la rebeldía, que fatalmente debía desembocar en el cruento episodio de su asesinato. En este ambiente enrarecido, un militar llamado Ricardo López Jordán, de muy pocos alcances y de limitada instrucción, que había estado enrolado a las órdenes de Urquiza, se lanzó a ser el jefe de una reacción política. Creyó ser revolucionario, y se convirtió, quizás sin quererlo, en vulgar cabecilla de una banda de exaltados.
Había entre ellos asesinos conocidos. Eran como sesenta criminales, que sigilosamente cubiertos por las sombras de la noche, llegaron y penetraron en tropel y a los alaridos en el Palacio San José, que no tenía guardias que lo custodiase. Urquiza que no había creído en los anuncios de esta conspiración,, y que nunca había contado a sus enemigos, luchó solo. Solo contra sesenta forajidos, y cayó. Ya en el suelo y en brazos de su hija, fue apuñalado hasta morir... Ocurrió el 11 de abril de 1870.
Este es el Urquiza que considera la historia: el hombre que echó las bases de la Organización Nacional, que levantó el prestigio de la Argentina ante el mundo; que supo mantenerse en una penumbra desde donde siguió apuntalando a las nacientes instituciones, y que fue fiel a su consigna: salvar al país de las guerras civiles, evitar el triunfo de la montonera anárquica y consolidar a los gobiernos constitucionales.
Buscó por todos los medios la unión nacional, meta difícil de alcanzar, sin duda, pero no imposible.
Los hechos le dieron la razón. Debía convencer, aplacar o disipar odios; debía colocar por encima de las provincias el sentimiento de la patria grande, y así lo hizo.

¡Muchas gracias, por vuestra atención!

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